Terminadas las tres primeras temporadas de Orange is the new black – buena serie, sin pretensiones, pero te hace pasar un buen rato – empezamos con The Handmaid’s tale. Serie que todo los seriéfilos que conozco han devorado en días y que han salido fascinados con su visionado.
Una vez terminada, me ha pasado un poco como con por 13 razones: no consigo quitarme sus dilemas, tramas y conflictos de la cabeza. Ambas series son diametralmente opuestas, sin embargo hay un nexo temático que veo que empieza a predominar en la ficción estadounidense y es la de dar mayor peso a personajes femeninos, cosa que se yo agradezco enormemente por ser temas totalmente diferentes a los tratados en otras.
Las mujeres dejan de ser personajes floreros que están para satisfacer al personaje masculino de turno, y se convierten en el núcleo principal, presentando conflictos que a día de hoy siguen siendo lacras de nuestra sociedad: el machismo, el totalitarismo o la falta de libertades individuales y/o colectivas.
Ana hizo a mitad de serie una apreciación muy buena. Hizo un juego de palabras con las dos ultimas series que habíamos visto y le salio un titulo de serie lucidísimo: ‘Red is the new black’. Y es que quizá, fue la mejor forma de describir la serie. En un mundo donde a ciertas mujeres se las priva de su condición de ser humano para convertirlas en meros productos o recipientes de bebes, las cosas no son muy diferentes a las de una cárcel enorme.
Me gusta mucho ‘The Handmaid’s tale’ porque presenta un mundo distópico muy posible. No se nos presenta un mundo con naves espaciales, con ciudades llenas de tecnología y magia oscura. Se nos presenta un mundo que fácilmente podría ser el nuestro en un par de décadas.
Es bastante perturbador pensar que nos encontramos en la época de Trump, del Brexit, de las guerras inhumanas de Siria e Iraq, en la era del calentamiento global y el cambio climático o de las crisis economías y primaveras revolucionarias.
Problemas muy parecidos a los que se proponen en la serie y que irremediablemente parece que encuentran soluciones muy similares, no tan drásticas todavía en la realidad, pero si con esos tintes contrarevolucionarios que hacen que el mundo sea un lugar menos progresista y sí más fundamentalista.
Da hasta miedo ver cómo se justifican ciertos actos en la serie para manipular y crear un estado de opinión, para tapar, al fin y al cabo, una lucha de clases y de poder. Rasgos muy comunes en los regímenes fascistas que parece que se encuentran ya muy lejanos, como en blanco y negro y que si nos descuidamos pueden llegar a volver.
De la serie, me gustan mucho las historias de su mundo presente, pero quizá me atraen más las historias pasadas. Esos flashback de la vida cotidiana, de la rutina que no te preparan para un cambio tan radical, pero que sin que te des cuenta que han ido avisando de cambios.
Esa escena en la cafetería, esa manifestación que ya no termina como tu esperabas, ese día que vas a trabajar y que te humillan sin explicación… momentos que son una antes y después, que piensas que son solo hechos aislados, pero que se convierte en una nueva vida. ¿Cómo la gente dejó que el nazismo venciese en Alemania? Vean estas escena y fácilmente podrán hacerse una idea.
La serie a nivel artístico es una mezcla muy bien llevada de «Hijos de los Hombres», «La letra escarlata», «La Ola», «La ladronas de libros» e incluso de «Snowpiecer». Sabe juntar muy bien tramas y saca mucho partido a la iconografía de este mundo que vuelve a lo clásico, para alejarse lo máximo de la ciencia y las modas contemporáneas.
La fotografía con sus tonos ocres, mezclada con los colores rojos y verdeazulados recrea una paleta triste, típica de una época angustiosa y enfermiza que sitúa a las personas por castas sin libertad. Me chirrían ciertos planos donde se abusa un poco de las iluminaciones, pero por lo general me parece un trabajo muy bueno, al nivel de todas las producciones de HBO.
Los actores cumplen, me quedo con casi todos los personajes femeninos. A destacar:
- Elisabeth Moss tiene un papel lleno de matices y ver su vida antes y después de los hechos, hace que veamos ese cambio en su personalidad. De miradas alegres, a caras tristes y vacías de sentimientos.
- Yvonne Strahovski cumple en su papel de niña pija, personaje muy importante para encontrar esa tensión, ese contrapunto femenino, cruel, que sufre por igual, que también es prisionera, pero que acepta y acata ordenes por el bien común.
- Samira Wiley siempre tan dulce y tan encantadora, con otro personaje difícil. Dura por fuera, pero llena de dolor y sufrimiento por dentro. Luchadora y gran compañera, pero con los mismos problemas y conflictos que el resto de personajes femeninos.
En cuanto a los personajes masculinos, Joseph Fiennes es el actor a destacar. Está bien a secas, cumple con su papel, sin embargo, pienso que en el futuro tendrá que ser uno de los personajes más despiadados y perturbadores de la serie y sinceramente, con su bagaje como actor, por ahora no le veo capaz.
He echado de menos a personajes y actores más veteranos en la serie, personas con poder, con experiencia, con arrugas en la cara. Personajes que si encuentras en Orange is the new black, en Juego de Tronos o en Breaking Bad, pero que aquí no son más que olvidos – ¿Nadie tiene padres? ¿Ni abuelos?
El guión es la parte más pulida y mejor trabajada. Partir de un material como una novela siempre ayuda, pero poder estropearlo es igual de fácil, por tanto es un buen trabajo. Sabe transmitir esa tensión, esa angustia que sienten las protagonistas.
Su duración de 10 capítulos es perfecta y no intentan estirar el chicle más de la cuenta. Dejan además muchas tramas abiertas para próximas temporadas, pero sin dejarte con la sensación de solo haber visto una introducción del relato.
En resumen, The Handmaid’s tale es una de las mejores series de esta temporada, llena de buenas interpretaciones femeninas, buen guión y buena fotografía que nos deja con ganas de mucho más y con una sensación extraña de lo que vemos en pantalla puede ser en el futuro bastante familiar.
Nos leemos 🙂